Un beso para mi Ciudad
Han pasado 444 años desde que Diego de Lozada fundó un pequeño caserío que nombró: Santiago de León de Caracas, hoy, apostrofada por hábitos... simplemente Caracas.
La vieja ciudad de los techos rojos, se vio obligada, a causa de un mal, denominado “Modernismo”, ha ceder sus hermosos y sencillos espacios para convertirlos en un inmenso mamotreto de edificaciones sin planificación alguna.
Las ancianas vivienda que fueron moradas de muchos de nuestros ilustres hacedores de Naciones, casas largas y anchas repletas de esperanzas, fueron derrumbadas sin miramiento alguno para crear, pequeños cuadrados, que apilados uno sobre otro reciben hoy, el nombre rimbombante de “Residencias”.
Las viejas calles y esquinas, que con sus peculiares nombres, nos contaban historias, fueron renombradas por tecnócratas sabelotodo, con siglas y números , como SUR 8 o ESTE 10.
El otrora Valle, repleto de verdores, se encaramó hacia las montañas que lo rodeaban, y hoy vemos enormes diferencias como grandes y modernos complejos de edificios, cuyo frente esta adornado por cerros pelados, sembrados de pequeñas y humildes viviendas.
La antigua “sucursal del Cielo”, como fue llamada por su gente amable, sencilla y risueña, se ha transformado como todas las metrópolis de nuestro mundo, en un enjambre plagado de incertidumbre y miedo.
Esta muestra pictórica “Un beso para mi ciudad”, pretende mostrarnos, gracias a la visión alegre de nuestros niños, una Caracas hermosa, que sin negar sus cerros y sus problemas, está llena de un colorido de esperanza y repleta de sueños de futuro.
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