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Richard Quijada |
“El Niño-Pintor”
Nota: este cuento está basado en diferentes
conversaciones que tuve con el niño
Richard Quijada,
mientras pintaba su cuadro.
Al pie de las montañas andinas, muy cerca del pueblito de “San José”, existe un hermoso lago formado por innumerables riachuelos que intentan tomar un descanso antes de convertirse en caudaloso rio.
Allí los muchachos, al salir de la escuelita, se juntan para retozar; basta un mecate para bautizarse en columpio o unas hojas de cuaderno para convertirse en escuadra de “Jets”, que luego de estrellarse, se arremolinan en pelota para batear jonrones a mano limpia.
Ya al finalizar la tarde, cansados de inventar juegos, las frías aguas del lago los invitan a calmar el calor. De allí todos se marchan a sus casas, todos menos Richard, que le gusta quedarse a contemplar como el sol de la tarde hace relumbrar los matices de su rio y sus montañas; luego cuando la noche aparece cual borrador gigantesco desapareciendo los colores, se marcha triste a su vivienda.
Una de esas tardes solitarias se le apareció un arco iris, era la primera vez que veía algo tan espectacular; cientos de colores de reunían bailando frente a él.
De improviso, se escucho una voz estruendosa que le dijo:
-¡Richard! ¿Qué haces aquí?
Aterrorizado miró a todas partes buscando el origen de esa voz.
-¡Richard!, volvió a insistir el Arco Iris. ¡Contesta! ¿Qué haces aquí?
Aún temblando y con una voz entrecortada, contestó:
-“Solamente vengo a ver los colores del paisaje… cuando cae la noche y todo se desaparece, me voy a mi casa.”
-¡Ahh! ¿Te gusta los colores?
-“Si señor Arco Iris, me gustan mucho.”
-Déjame mostrarte algo…
De repente los colores comenzaron a mezclarse, formando un colorismo interminable.
Richard estaba maravillado con lo que veía, mientras tanto la voz le contaba sobre los blancos blanquísimos que habitaban los polos, de los azules profundos que merodeaban por los fondos marinos y de la infinidad de verdes, rojos y amarillos que adornaban los campos, después que los besa la lluvia.
-Richard, pregunto, el Arco Iris: ¿Porque te gusta el color?
-No sé, Sr. Arco Iris, pero me gustaría ser pintor para atrapar los colores, que usted me ha enseñado, y en una hoja de mi cuaderno mostrárselos a mis amigos.
Luego entristecido, continuó:
-Pero en mi casa somos muy pobres y no tienen con que comprarme una caja de creyones.
Se hizo el silencio…
-Richard, ya es muy tarde y tus padres deben estar preocupados, vete a tu casa y mañana te espero aquí; eso sí vente antes de que salga el sol…
El niño, todavía maravillado de lo que había visto, corrió por el oscuro camino, que de tanto andarlo, se lo conocía de memoria.
Acostumbrados de las tardanzas de su hijo, los padres retrasaban un poco la cena para esperarlo y compartir con él sus vivencias diarias; pero esta vez Richard ocupó su puesto en silencio “¿Cómo te fue hoy?”, pregunto su padre, y el niño solo respondió con un “Bien papá”, ambos se preocuparon, estaban acostumbrados a escuchar las largas historias que contaba en sobremesa, pero no insistieron más.
Su silencio se comprendía, como decirles “Papá, mamá: hoy conocí un nuevo amigo, su nombre es Sr. Arco Iris y conversamos sobre colores… ¡No!, me creerían un loco”, y soñando con matices se quedó dormido.
En plena madrugada y antes de que el papá despertara, Richard saltó por la ventana emprendiendo el camino hacia el lago, aún el sol no aparecía, y no había rastro del Sr. Arco Iris…se sentó a esperarlo.
Al cabo de un rato y ya fastidiado de la oscurana, empezó a notar como los tenues rayos del sol aparecían detrás de las montañas y lo comparó a una gran cobija que se iba deslizando, descubriendo los hermosos colores, aunque él ya los conocía, ahora con el sol naciente se manifestaban mas enriquecidos.
De repente escucho el saludo del Sr. Arco Iris, y fue cuando notó que a su lado estaba otro niño, igual de pequeño, pero su piel era más brillante:
-Mira Richard como todo resplandece, toda esa belleza que percibes la creó mi Papá, hace muchísimo tiempo, claro al final yo lo ayude un poquito.
Ya acostumbrado a las sorpresas preguntó con dudas “¿Y como lo hizo?”
Y el niño respondió:
-Al principio solo se trataba de hacerme un lugar donde pudiera corretear, pero el primero que construyó era muy chiquito y no me gustaba mucho, luego gracia a mis quejas constantes y a pesar de su mal humor, se puso a trabajar duro… y en 7 días lo agrandó.
Cuando empecé a recorrerlo me gustó muchísimo, había grandes montañas que utilicé como “sube y baja”, miles de animalitos a quienes perseguir, árboles de todos los tamaños para montarme y saborear sus frutos, aguas frías para bañarme en las tarde y calienticas para la mañana; lo recorrí todo, pero cuando llegue al final del mundo, comprendí que había algo que no me gustaba, que me hacía sentir triste…
-¿Y que fue lo que no te gustó?
-Richard, todo era de color gris, grises las montañas, grises los pájaros, grises las aguas de los ríos y los mares…y aprendí que: ¡Soy alérgico al color gris!
Cuando fui a buscar a mi papá para decirle que no me gustaba, lo encontré roncando, profundamente dormido…y fastidiado pensé en acostarme también, pero de pronto tropecé con unos potes llenos de pinturas y se me ocurrió ponerme a manchar todo lo que veía.
Me divertí muchísimo, pero cuando iba a pintar la noche de color rosa, escuche la voz atronadora de mi padre:
¡JESÚS! ¿Qué es lo que has hecho?
-Richard, me asusté muchísimo, me dije de esta no me salvo, ya me veía recibiendo palmadas en mis nalgas, y cuando fui a pedirle perdón… me tomó en sus brazos y dándome un sonoro beso en el cachete me dijo:
“¡Jesús, hijo, esto esta hermoso!”
Estaba muy contento, bailando conmigo en sus brazos, pero en un descuido tumbó la pintura “violeta oscuro” derramándola sobre la noche. ¡Papá oscureciste la noche!
“No importa hijo, voy a instalar una esfera que alumbre cuando quieras jugar allí, y colocándome en el suelo se marchó riendo a carcajadas”.
-Y Richard: ¡Esa fue mi ayuda a la creación!!!
-“Entonces”, tartamudeaba Richard, “¡Tú eres el Niño-Dios!”
-Sí, ahora hablemos de ti… como no tienes materiales para pintar, te voy a regalar este pincel; ¡CUIDALO! ese fue el que utilice para manchar todo lo que ves… y en cuanto a los colores, cuando vayas a pintar llama al Arco Iris y con ese pincel toma sus tonalidades y úsalos en tus trabajos.
De pronto apareció nuevamente el Arco Iris y en el medio estaba Papá-Dios.
¡Jesús! - le dijo al Niño-Dios- “Te he estado buscando por todas partes, es la hora de tomar tus libros y seguir con tus lecciones, ya has jugado mucho tiempo…”
El Viejo tomó al niño y con sus manos abiertas, me guiñó un ojo y me dijo:
“Hasta pronto… Niño-Pintor”
…Y cuenta la leyenda que Richard vivió muchísimos años y se convirtió en un magnifico artista…
Simón Oliveira