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domingo, 13 de febrero de 2011

Dia de la Amistad (Miguel Hernández)

Elegía a Ramón Sijé
La amistad
El 14 de febrero (anterior día de los enamorados) se conmemora el “día de la amistad”, buscando unas palabras para enaltecer este fecha, recordé el poema escrito por Miguel Hernández (poeta español) dedicado a  su amigo Ramón Sijé.
“El pastor de cabras”, así le nombraban a Miguel, ya que este era su oficio en los campos oriolanos (Orihuela), conoce a Sije cuando tenía 15 años, y lo invitan a participar con un grupo de muchachos que le gustaban también escribir versos, entre ellos estaban los hermanos Fenoll y el mismo Ramón Sijé, esta oportunidad fue decisiva en la vida del “pastor”, ya que este lo alentó primero a familiarizarse con la poesía de los poetas clásicos españoles (Lope, Garcilaso, Góngora, Calderón), y luego leer a los modernos (Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez).
Muchas cosas compartían estos amigos, Ramón le apoyo cuando decidió su primer viaje a Madrid, fue el prologuista de su  libro “Perito en Lunas”.
Lamentablemente podía olerse en el ambiente las diferencias políticas entre los “clericales” derechistas y los socialistas de tendencia izquierdista, que traerían como resultado la Guerra Civil Española (1936).
Estas diferencias fueron las que separaron aquella hermosa amistad, que llegaría a su fin un 24 de diciembre de 1935, cuando Ramón Sijé, quien apenas contaba con 22 años, muere.
Miguel le debía mucho a Ramón, ya que sin su ayuda tal vez le hubiera costado más llegar a ser uno de las más importantes poetas de nuestro tiempo, pero a Ramón, puede decirse que Miguel lo llevo, con su Elegía, a ser conocido mundialmente.
Aquí un extracto de lo que escribiera Ramón Fernández Palmeral, en su introducción a la Elegía a Ramón Sijé:
“La “<<Elegía a Ramón Sijé>> está considerada como un poema de remordimiento y de reconciliación espiritual…
Pero la prematura muerte de Sijé impidió la posible reconciliación futura entre ambos amigos”.
Elegía a Ramón Sijé.

(En Orihuela su pueblo y el mío
se me ha muerto como del rayo
Ramón Sijé a quien tanto quería)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón como alimento.

Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por querer me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, en golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levanto la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrientas.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
Y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará  tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.

Volverás al arrullo de las rejas
De los enamorados labradores.

Alegraras la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tendremos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

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